El hombre parece pasar una inmensa cantidad de horas pensando
en los “hubiera”, en los futuros posibles, en el devenir de la humanidad, las
consecuencias de sus acciones y el florecimiento de las creaciones mismas. Es
así como con el paso del tiempo (y muchísima experimentación) la tecnología ha
avanzado a velocidades extraordinarias pasando del descubrimiento de la rueda a
las computadoras y la inteligencia artificial.
A partir del artículo de Renato Goméz Herrera este texto
pretende pasear sobre las grandes predicciones de nuestro futuro en un mundo
plagado de maquinas. Para esto, no creeremos todo lo que dice el autor, es más,
no sólo tomaremos en cuenta sus argumentos, sino que daremos una vuelta por
algunos autores que retoman el tema de la tecnología desde un punto de vista
que personalmente me parece fascinante: la sociología, la filosofía y el cine.
Gómez Herrera subraya que la ciencia ficción avanzaba a pasos
agigantados cuando la cibernética apenas estaba perforando tarjetas, ya para
aquellos tiempos pensábamos en robots humanoides que tomaban control sobre la
humanidad. El autor hace un simil con el mito de la creación, un Adán y una Eva
que acompañasen a Dios a su imagen y semejanza, o como Gepeto buscando darle
vida a su marioneta de madera. Sin embargo cuando dejó de ser ficción resultó
que no todos los “robots” tienen una figura semejante a la nuestra, Gómez
Herrera duda sobre si necesariamente nuestras creaciones tengan que asemejarse
en cuerpo a sus creadores para lograr cosas extraordinarias, es por demás
razonable que esto no tenga que ser así.
Si bien la estructura tecnológica de nuestras máquinas no se
asemeje a la forma humana, ¿que tan lejos está de la búsqueda de asimilar nuestra
más realidad? Paul Virilio alega que a partir del desarrollo de estas nuevas
tecnologías la simulación de la realidad nos llega antes que la realidad misma.
En una postura mucho más radical diría que la tercera dimensión ya no es la
unidad de medida de la extensión, para Virilio el relieve dejo de ser la
realidad. Esto también lo va a retomar Baudrillard quien explica la simulación
como una generación de modelos de algo real que no tiene origen ni realidad, un
“hiperreal”, el mapa que precede al territorio (siguiendo el ejemplo del cuento
de Borges). Esto lo vemos en las predicciones que hace nuestro autor sobre el
futuro tecnocrático. Tal vez nuestras maquinas no se asemejen a los hombres,
pero buscan replicar la realidad de los hombres. Aquí vemos el ciberespacio, la
realidad virtual, la comunicación, la clonación, etc…
Gómez Herrera no pareció tomar esto en cuenta, tal vez porque
se centra de inmediato en la inteligencia artificial y lo que ella representa
en nuestro futuro más cercano. Nos dice que puede definirse como el medio por
el cual las computadoras, los robots y otros dispositivos realizan tareas que
normalmente requieren de la inteligencia humana, esto gracias al estudio de las
redes neuronales, que aunque sigue siendo un tema complejísimo de abordar ha
tenido grande avances en el campo de la ciencia. Por ahora nos hemos centrado
en copiar electrónicamente el funcionamiento del cerebro. Si bien es cierto que
hay grandes avances, también hay que tener en cuenta que el cerebro posee una
inmensa capacidad neuronal que se interrelaciona continuamente para llegar a lo
que entendemos por pensar. Falta un largo camino que recorrer antes de que las
máquinas tengan los mecanismos intuitivos de los que nos habla el autor para
poder reaccionar ante situaciones inesperadas o tener una interrelación
creativa.
Esto me lleva a recordar la película de Alphaville dirigida
por Godard, en la que nos introduce a un mundo matemáticamente perfecto, donde
todo acto está orientado a predecir el futuro, donde las leyes de la
acción-reacción dejaron de ser naturales y pasan a ser un cálculo lógico para
evitar desequilibrios. Déjenme darles una noticia y un pequeño spoiler: todo
termina siendo un completo revoltijo de anulaciones de significados y creación
de nuevos. No, no acaba bien.
Pero no todo es tan malo, Gómez Herrera nos lleva en un viaje
de sueños futuros a lo que podría ser próximamente nuestra realidad; la
desaparición de artefactos que se vuelven obsoletos, un Internet rapidísimo, la
posibilidad de compartir casi cualquier cosa a cualquier persona en donde sea
que se encuentre, prácticamente de inmediato. Edificios inteligentes, robots
biológicos, computadoras sin corazón manejando la economía mundial.
Es en este punto dónde tanto el autor como yo nos hacemos la
pregunta: ¿Y la gente? ¿Qué pasará con aquellos que no tienen acceso a la
educación y a la tecnología? ¿cómo
cambiaran las relaciones de producción, de comunicación? ¿cómo se transformará
el tiempo libre, el desempleo, las diferencias socioeconómicas? Para responderme
aunque sea un poco esta inmensa interrogante Paul Klee responde fatídicamente
que las tecnologías de tiempo real están logrando matar al “presente”
aislándolo de su presencia aquí y ahora, por el bien de otro espacio
conmutativo que ya no está compuesto por una “presencia concreta” en el mundo
sino una “telepresencia discreta”. Si esto está ya sucediendo, ¿Cuántos otros
cambios no traerá consigo esta revolución tecnológica? ¿Hasta que punto estas
tecnologías pronto dejarán sin efecto no sólo la naturaleza del medio ambiente
humano y su cuerpo territorial sino también el entorno individual?
Vemos que
cada vez más y según las predicciones de nuestro autor, el desarrollo del
espacio territorial por medio de maquinaria (nuestro mundo está invadido por
maquinas, al puro estilo de la ciencia ficción) está dando paso a un control
casi inmaterial del ambiente, nuestras manos tal vez ya no vuelvan a tocar
nada, un ambiente que se conecta a un cuerpo-terminal, una extensión nuestra
que se asemeja a nosotros, pero no es en realidad “nosotros”.
Gómez Herrera, Renato "La Inteligencia Artificial. ¿Hacia dónde nos lleva?" Cómo ves?, 1999
Baudrillard,
Jean. “Cultura y Simulacro”. Editorial Kairos, Barcelona, 2007
Virilio,
Paul. “El Ultimo Vehículo”
Jean-Luc Godard "Alphaville" 1965